La necesidad de humanizar.
- Romina Díaz
- 2 dic 2024
- 4 Min. de lectura

Existe en el imaginario de la sociedad la necesidad de ver al médico como una
persona que todo lo puede, como un superhéroe. El médico es el portador de saber
y del cual no es esperable ni el error ni la equivocación en su procedimiento. Del
médico siempre se esperan soluciones rápidas y eficaces. Y el médico se encuentra
en la necesidad de dar respuestas inmediatas y exactas. Es un ida y vuelta:
mientras la sociedad pone al médico en un lugar casi divino, el médico se pone en
un lugar de privilegio y servicio a los demás, pero recibiendo constantemente las
presiones sociales en cuanto al cumplimiento de su rol.
A pesar del cambio de paradigmas y a pesar del cambio de culturas y contexto
sociales, los médicos siempre fueron figuras importantes y respetadas en la
sociedad.
Fueron considerados como poseedores de conocimientos especializados en salud y
enfermedad. En muchas culturas, se les atribuía una comprensión profunda de la
naturaleza humana y del cuerpo.
Asimismo, a partir de la obra de Hipócrates y su famoso "Juramento Hipocrático", se
comenzó a enfatizar la ética en la práctica médica. Los médicos tenían la
responsabilidad de cuidar a sus pacientes y se esperaba que actuaran con
integridad.
Sin embargo, esta visión para ver al médico deja por fuera la posibilidad de ver a la
persona que ejerce dicho rol. Esta visión deja por fuera la posibilidad de ver
entonces a una persona que puede equivocarse, puede dudar, puede cambiar de
opinión según su formación, puede sentir, puede enfermarse y puede, dentro de su
ética, diferir de otros profesionales. Pueden sensibilizarse ante situaciones a las que
se enfrentan en el día a día en su práctica y con historias o desenlaces en la misma.
Pueden sentirse agotados, pueden enfrentarse a hechos ante los cuales no cuentan
con habilidades comunicacionales o emocionales para responder. También, como
con cualquier trabajo, pueden muchas veces sentirse derrotados, sin ganas de
continuar, o sin respuestas para emplear. Sin mencionar, que también como cualquier persona tienen familia y tienen una vida que los espera cuando se sacan
el guardapolvo o ambo.
Esto nos lleva a preguntarnos si realmente los médicos son conscientes de la
presión que la visión de los demás ejerce sobre su forma de verse a sí mismos.
Sobretodo, si logran cuestionarse el lugar en el cual están y los riesgos a los cuales
se exponen. Si logran verse como personas, y no todo el día como médicos
omnipotentes. Si logran entrar hablar con su familia un vínculo en lo emocional y
vincular, y no en lo profesional.
Nos lleva también a preguntarnos si las instituciones de formación profesional, como
las universidades, forman a estos profesionales en el manejo de habilidades
blandas o no técnicas.
Nos lleva a preguntarnos, si la sociedad es consciente de la importancia del cuidado
de la salud del médico para el propio bienestar del paciente y su seguridad.
Desde el paradigma del bienestar ocupacional, nos ocupamos (y preocupamos)
para que el médico adquiera las herramientas necesarias para su estabilidad
psicoemocional, lo cual garantiza en gran parte la seguridad del paciente. Tenemos
la necesidad de que el médico se vea así mismo y se ha visto también como
persona y eso significa tener en cuenta sus emociones, sus frustraciones y sus
ideales o deseos profesionales y particulares. Un buen profesional no es el que
técnicamente tiene todas las herramientas sino también el que puede crecer y hacer
crecer a su equipo en una mejora y una adaptación constante a lo que el sistema y
los pacientes necesitan.
El manejo de habilidades blandas, o no técnicas, es fundamental no solo para la
adaptación y la resiliencia del profesional, sino por varias razones:
Para empezar, la atención médica rara vez es un esfuerzo individual. Habilidades no
técnicas, como la colaboración y la resolución de conflictos, son esenciales para
garantizar un trabajo conjunto eficaz y una atención integral al paciente.
Una comunicación efectiva es crucial para comunicarse claramente con los
pacientes, sus familias y otros profesionales de la salud. Mejora la comprensión del diagnóstico, el tratamiento y las expectativas, lo que permite una mejor adherencia
al tratamiento y satisfacción del paciente.
Así como la comunicación, habilidades no técnicas como el pensamiento crítico y la
gestión del estrés, son vitales para evaluar la información y elegir el mejor curso de
acción. La toma de decisiones rápidas e informadas son de vital importancia frente a
situaciones complejas.
También la capacidad de mostrar empatía y comprender las preocupaciones y
emociones de los pacientes mejora la relación médico-paciente e influye
positivamente en los resultados de salud.
Finalmente, la gestión del tiempo y el autocuidado, ayudan a los médicos a manejar
el estrés y evitar el agotamiento, beneficiando su salud y la calidad de la atención
que brindan.
Poder humanizar al médico se trata justamente de esto: de ver al médico en su
particularidad. Se trata de entrenar aquellas habilidades que mientras algunos las
despliegan fácilmente, otros requieren por su historia particular e individual de un
entrenamiento constante para hacerlo. Desde el paradigma del bienestar
ocupacional, humanizar al médico significa poder priorizar aquellas características
personales que traen para desplegar dentro del equipo de trabajo habilidades
blandas que le permitan mejorar profesionalmente. Además de ofrecer una
formación en aquellas habilidades de las cuales se carecen y que garantizan la
salud del médico y la seguridad del paciente.
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