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La necesidad de humanizar.




Existe en el imaginario de la sociedad la necesidad de ver al médico como una

persona que todo lo puede, como un superhéroe. El médico es el portador de saber

y del cual no es esperable ni el error ni la equivocación en su procedimiento. Del

médico siempre se esperan soluciones rápidas y eficaces. Y el médico se encuentra

en la necesidad de dar respuestas inmediatas y exactas. Es un ida y vuelta:

mientras la sociedad pone al médico en un lugar casi divino, el médico se pone en

un lugar de privilegio y servicio a los demás, pero recibiendo constantemente las

presiones sociales en cuanto al cumplimiento de su rol.

A pesar del cambio de paradigmas y a pesar del cambio de culturas y contexto

sociales, los médicos siempre fueron figuras importantes y respetadas en la

sociedad.

Fueron considerados como poseedores de conocimientos especializados en salud y

enfermedad. En muchas culturas, se les atribuía una comprensión profunda de la

naturaleza humana y del cuerpo.

Asimismo, a partir de la obra de Hipócrates y su famoso "Juramento Hipocrático", se

comenzó a enfatizar la ética en la práctica médica. Los médicos tenían la

responsabilidad de cuidar a sus pacientes y se esperaba que actuaran con

integridad.

Sin embargo, esta visión para ver al médico deja por fuera la posibilidad de ver a la

persona que ejerce dicho rol. Esta visión deja por fuera la posibilidad de ver

entonces a una persona que puede equivocarse, puede dudar, puede cambiar de

opinión según su formación, puede sentir, puede enfermarse y puede, dentro de su

ética, diferir de otros profesionales. Pueden sensibilizarse ante situaciones a las que

se enfrentan en el día a día en su práctica y con historias o desenlaces en la misma.

Pueden sentirse agotados, pueden enfrentarse a hechos ante los cuales no cuentan

con habilidades comunicacionales o emocionales para responder. También, como

con cualquier trabajo, pueden muchas veces sentirse derrotados, sin ganas de

continuar, o sin respuestas para emplear. Sin mencionar, que también como cualquier persona tienen familia y tienen una vida que los espera cuando se sacan

el guardapolvo o ambo.

Esto nos lleva a preguntarnos si realmente los médicos son conscientes de la

presión que la visión de los demás ejerce sobre su forma de verse a sí mismos.

Sobretodo, si logran cuestionarse el lugar en el cual están y los riesgos a los cuales

se exponen. Si logran verse como personas, y no todo el día como médicos

omnipotentes. Si logran entrar hablar con su familia un vínculo en lo emocional y

vincular, y no en lo profesional.

Nos lleva también a preguntarnos si las instituciones de formación profesional, como

las universidades, forman a estos profesionales en el manejo de habilidades

blandas o no técnicas.

Nos lleva a preguntarnos, si la sociedad es consciente de la importancia del cuidado

de la salud del médico para el propio bienestar del paciente y su seguridad.

Desde el paradigma del bienestar ocupacional, nos ocupamos (y preocupamos)

para que el médico adquiera las herramientas necesarias para su estabilidad

psicoemocional, lo cual garantiza en gran parte la seguridad del paciente. Tenemos

la necesidad de que el médico se vea así mismo y se ha visto también como

persona y eso significa tener en cuenta sus emociones, sus frustraciones y sus

ideales o deseos profesionales y particulares. Un buen profesional no es el que

técnicamente tiene todas las herramientas sino también el que puede crecer y hacer

crecer a su equipo en una mejora y una adaptación constante a lo que el sistema y

los pacientes necesitan.

El manejo de habilidades blandas, o no técnicas, es fundamental no solo para la

adaptación y la resiliencia del profesional, sino por varias razones:

Para empezar, la atención médica rara vez es un esfuerzo individual. Habilidades no

técnicas, como la colaboración y la resolución de conflictos, son esenciales para

garantizar un trabajo conjunto eficaz y una atención integral al paciente.

Una comunicación efectiva es crucial para comunicarse claramente con los

pacientes, sus familias y otros profesionales de la salud. Mejora la comprensión del diagnóstico, el tratamiento y las expectativas, lo que permite una mejor adherencia

al tratamiento y satisfacción del paciente.

Así como la comunicación, habilidades no técnicas como el pensamiento crítico y la

gestión del estrés, son vitales para evaluar la información y elegir el mejor curso de

acción. La toma de decisiones rápidas e informadas son de vital importancia frente a

situaciones complejas.

También la capacidad de mostrar empatía y comprender las preocupaciones y

emociones de los pacientes mejora la relación médico-paciente e influye

positivamente en los resultados de salud.

Finalmente, la gestión del tiempo y el autocuidado, ayudan a los médicos a manejar

el estrés y evitar el agotamiento, beneficiando su salud y la calidad de la atención

que brindan.

Poder humanizar al médico se trata justamente de esto: de ver al médico en su

particularidad. Se trata de entrenar aquellas habilidades que mientras algunos las

despliegan fácilmente, otros requieren por su historia particular e individual de un

entrenamiento constante para hacerlo. Desde el paradigma del bienestar

ocupacional, humanizar al médico significa poder priorizar aquellas características

personales que traen para desplegar dentro del equipo de trabajo habilidades

blandas que le permitan mejorar profesionalmente. Además de ofrecer una

formación en aquellas habilidades de las cuales se carecen y que garantizan la

salud del médico y la seguridad del paciente.

 
 
 

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